dimarts, 9 de desembre del 2014

LA BARBA SOSPECHOSA

La cuestión politicoreligiosa ha hecho que en Turquía, el presidente del Gençlerbirligi, un club de fútbol de la Primera División de aquel país, haya decidido prohibir que sus jugadores luzcanbarba. El que se salte la orden pagará una multa de nueve mil euros. Por lo que explican los medios de comunicación, no queda claro si esos nueve mil euros se pagan la primera vez que te pillan con barba y a partir de entonces puedes llevarla indefinidamente, o si pagas nueve mil euros cada vez que te pillan con ella. Esto último sería más grave ya que, sumando, de nueve mil en nueve mil puedes llegar a cifras exorbitantes. Pagar nueve mil y que a partir de entonces esa cifra cubra toda una temporada puede ser considerado como una inversión si realmente te gusta llevarla porque crees que así vas a la última moda.

El problema es que a la barbas, sobre todo abundantemente pilosas, son uno de los distintivos de los fundamentalistas musulmanes. Turquía es un país que pasó al laicismo a partir de la llegada de Kemal Atatürk al poder, hace un porrón de años, y ahora, con el presidente Erdogan, vive un proceso de reislamización. Losque aún se mantienen fieles a la idea de que el Estado no debe mostrar preferencias religiosas creen que esas barbas son un mal ejemplo para la ciudadanía. Dice el presidente del Gençlerbirligi a sus jugadores:"Pero ¿esto qué es? ¿Una escuela de imanes? Sois deportistas y tenéis que dar ejemplo a los jóvenes. Yo tengo ochenta años y me afeito cada día". (Yo no los tengo y cada vez me da más pereza). Lo bueno del caso es que la mayoría de esos futbolistas -o quizás todos ellos- no llevan barbas porque vayan de islamistas, sino de modelnos, hipsters o lumbersexuales.

Un problema semejante se da en otro país de Oriente Medio, Líbano, donde los policías se las ven para distinguir a los hipsters de los yihadistas. La revista New York explica los problemas de un camarero en Beirut, que lleva una barba densa y cuidada (cada mañana dedica media hora a arreglársela) y que ve como no pasa día sin que la policía le pare por la calle y le interrogue sobre sus opiniones políticas, de forma que empieza a pensar que lo más práctico sería afeitársela. O eso o, como le aconsejan los que bien le quieren (empezando por New York), llevar siempre consigo, a la vista, un paquete de cigarrillos o una petaca con alguna bebida alcohólica, productos de los que todo auténtico yihadista abomina.

Quim Monzó a Seré Breve del Magazine 
de La Vanguardia del 07/12/14