dilluns, 9 de gener del 2017

OH LÀ LÀ!


Me gustaría empezar con una frase despampanante sobre París, pillada de un libro de citas famosas, pero en este momento no tengo ninguno a mano y no me fío de las que encuentras en internet. Un día me tropecé con la famosa: "El mercado para los ordenadores personales está muerto; la innovación ha cesado casi del todo", firmada por Ortega y Gasset. No les digo más.

Volvamos a París. No sé qué le pasa a esa ciudad con la energía sostenible, pero estos días coinciden dos noticias que se relacionan a la perfección. Una es la puesta en marcha de un proyecto de gimnasio flotante eco-friendly que estaría en  un bateau mouche con enormes cristales. Mientras pedaleas en la bici estática o le das a las máquinas elípticas, tú mismo produces la energía que mueve la nave. Tendrá más de veinte metros de largo y espacio para cuarenta y cinco personas. En verano irá descapotado, y en invierno, cubierto con una cúpula de vidrio. Mientras haces ejercicio contemplas las orillas del Sena, con sus edificios y sus monumentos. Por si los pasajeros no pedalean lo suficientemente  fuerte, la energía la proveerán unos paneles solares instalados en la cúpula. Sólo falta que alguien ponga pasta convertir ese proyecto en realidad.

La segunda noticia sí ha sido ya realidad: una cafetería, en el mismo París, en la que los días previos a Navidad no podías pagar los cafés con dinero sino con energía. ¿Cómo pagas con energía? Pues caminando de forma frenética por suelos electromagnéticos o sentándote en un taburete y pedaleando. Esta cafetería tan ecológica la ha creado Nissan. En el centro del local han colocado una unidad de energía que funciona con doce módulos de baterías de segunda mano de los coches eléctricos de Nissan.

No querría ser aguafiestas, pero recuerdo que, hace ya unos añitos, cuando los happy flower gobernaban en el Ayuntamiento de Barcelona, a la ínclita Imma Mayol -concejal de Salud Pública y Medio Ambiente y presidenta de la comisión de la Sostenibilidad y Ecología Urbana- se le ocurrió poner árboles de Navidad en las calles cuyas luces supuestamente sólo se encendían cuando los ciudadanos se ponían a pedalear en las bicicletas que tenían conectadas. Fue una Navidad aparentemente muy sostenible,pero luego se supo que habían hecho trampa y que, en realidad, los árboles estaban conectados a la red eléctrica. Puroecomorro, una vez más.

Quim Monzó a Seré Breve del Magazine 
de La Vanguardia del 08/01/17