dilluns, 7 d’agost del 2017

AGOSTO


Cuando un servidor era niño -nací en 1952, o sea que imagínense la de años que han pasado- básicamente me pasaba los días de agosto en casa, sólo, porque muchos años mis padres trabajaban incluso ese mes. ¿Qué hacía para ocupar mi tiempo? Leía. Los libros que había en casa, poco, pero si los había leído meses antes, los releía,una actividad interesantísima, porque a veces la primera vez que los lees no descubres todos sus recovecos. De ficción, Algo flota sobre el agua,de Lajos Zilahy, Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski(que son losque tenían mis padres en un estante) y luego los que consideraban infantiles o juveniles, y que me habían regalado: de Jules Verne, Mark Twain, Emilio Salgari... Y cuando los había releído mil veces volvía a releer el diccionario de la lengua española de Atilano Rancés y la Enciclopedia Victoria.

Y luego me aburría. Ahora está de moda decir que los chicos, abrumados por la cantidad de estímulos de todo tipo que tienen (pantallas incluidas), sería bueno que se aburriesen, porque eso los lleva a encontrarse con ellos mismos y a descubrir formas de ocupar su tiempo a partir de las decisiones de su cerebro. En aquellos tiempos,estímulos había pocos y quizá por eso un día se me ocurrió plantar garbanzos en un plumier lleno de polvos de talco -no veía cómo conseguir tierra- y hacerlos germinar. Habría podido seguir por ese camino y ser perito agrícola, como Joan Manuel Serrat, pero yo, con mis garbanzos germinados en talco ya quedé contento. Un día que coincidí con Terenci Moix poco antes de que muriese, no sé en qué emisorade radio, intrigado, le pregunté por su afición a colorear imágenes de películas en blanco y negro con un software, y me contestó:

- A ver. Si, de niño, hubiese tenido un ordenador como los que tenemos ahora, ¿hubieses leído tanto como entonces?

La respuesta fue (y es) no. Me habría dedicado a bucear en internet lo que desconocía. Como la página de De todo un poco del TBO, que en aquellos años cincuenta me entusiasmaba, y en al que había tantos errores como ahora en internet. Pero también un cúmulo de verdades. El juego consistía (y consiste) en discernir qué es cierto y qué es falso; posverdad se llama ahora. La diferencia es que De todo un poco era un suministra semanal y se acababa enseguida. Internet no se acaba nunca y eso impide que a los que se aburren se les ilumine el cerebro e inventen cosas. Laus Deo.

Quim Monzó a Seré Breve del Magazine 
de La Vanguardia del 06/08/17